domingo, 30 de agosto de 2009

Compromisos




No se puede evitar, a lo largo de la vida, peligrar.
La vida es peligrosa aunque ordenadamente se nos presente asequible e incluso organizada.

Los muros y las cavernas son tantos que casi parece obligado inmiscuirse por pura naturalidad, por ejercicio de costumbre, cuando se cae en la cuenta de que existe la probabilidad.

Comprobar lo lejos que a veces nos encontramos de quienes parecen cercanos porque así se comprendió o se decidió, es triste.
A veces una simple llama, un encendido, provoca la risa o el nerviosismo.
O, procediendo matemáticamente, el escepticismo.
-No es que no crea ni quisiera no creer, es que no se puede – pensarán muchos.
...Quizás porque es difícil ver más allá...

Por mi parte continúo creyendo que es miedo a perder, justificada y realmente.
El tiempo es un ancla que nos marchita porque es tarea de titanes levantarla. Siendo pese a todo, una deuda común a toda la humanidad.
Nadie se escapa del compromiso adquirido. Ni nadie posee la justificación de la parálisis de pensamiento o de acción. De la vida que se nos escapa a cientos y a miles por aquellos otros muros que por cable o satélite, casi tocamos.
Si llegar a pensar que la vida no es nuestra ni debemos restarla, ayudase. Que en realidad, es un compromiso, lo propondría ahora.
Pero la libertad de pensamiento no es un problema ni lo que me ocupa.
Es un asunto de percepción.
Por eso me he traído hoy a la memoria presente una imagen de semioscuridad entre el cielo y el agua triste y densa de un puerto, hace cuarenta años. Una cabina en lo alto de una grúa, y una espera silenciosa que recuerda a los veredictos.

Superar la barrera gris, la insondable, el mandamiento de la conformación y del establecimiento, significa levantar o por lo menos arrastrar el ancla que a todos nos detiene.
Más por resistencia que por peso o por contagio; ni siquiera por el volumen de la suma, las reacciones se fueron marcando por considerarlas casi una afrenta o un despropósito. O una deserción, o una huida, o una provocación.

Pero la sensibilidad no está reñida con la supervivencia ni con la fuerza. Y pese a que la historia presente hubiera podido estar prediseñada o al menos prevista, el esfuerzo real es el mismo con información o sin ella. Con conocimiento o sin él.
Y hoy me llega, como se siente un rumor natural, sin ruido, alguna fuerza que se opone al magnetismo aparente con el que disfrazamos nuestra propia debilidad.
Los titanes no son solamente los más poderosos aunque peligren en menor grado. Su naturaleza es la misma a la hora de perder, y sin embargo tratan de levantar una barrera supersónica y visible que engaña los sentidos y desorienta, poderosamente.
Barreras que se crean, barreras que hay que destruir porque ahogan. Porque ya no sirven.
Llamadas...
Arrastrar el ancla puede parecer humillante pero, a veces, es la única forma de avanzar.
Que se produzca un cambio de gobierno en Japón pese a 54 años de resistencia, presupone un compromiso. Un poder. Una demanda. También una esperanza.

Así pues, y en mi pequeña medida, cuando leo ensayos como los que un amigo me envía para saber si me he comprometido, he de confesar y reconocer mi resistencia frente al ancla que me sujeta y aceptar que la carga sobrevenida si bien es real, también es mantenida como un conjunto de creencias, supuestos o acuerdos que no habiendo ligado, se combinan como en una sinfonía pétrea y herrumbosa.

Y habiéndome obligado a aceptarla, me encuentro contrariamente en la obligación de aceptar otras; aquellas de las que quizás puedan liberarnos los más cercanos a los que acaban de nacer. Quizás, los que todavía no han nacido.
Va por ellos pues, esta recomendación de J. Bernardo Montesinos y de su amigo sobre una deseable futura civilización. http://lacomunidad.elpais.com/usuarios/montejb, http://www.javiercolomo.com/index_archivos/Civilizacion_archivos/frame.htm

Si dejásemos de lado las diferencias de grado a la hora de educar, es posible que el mundo del futuro fuera mejor, y que en cierta y buena parte, esté en nosotros y en nuestras manos.
Y para el que no lo crea, diré que me parece educativo ejercitar el pensamiento con posibilidades ilusionantes. Porque para poder arrastrar el ancla, hay que mantener libre el espíritu.






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