domingo, 30 de noviembre de 2008

Papeles








No solamente ver. Leer ocupa lugar.

Aunque no se aprecie a simple vista, leer es sinónimo de comprender. No semánticamente, pero lo es. Comprender es una derivación de leer, como saber lo es de estudiar o de aprender.


Los lugares que ocupamos en los papeles que a lo largo de nuestra vida nos toca desempeñar o representar, dependen de lo que hemos visto, aprendido y tomado como modelo.
Una vez elegidos y adquiridos estos modelos, su lugar tomará forma en función de nuestras propias limitaciones, de nuestra voluntad y de nuestro entorno.

Debido a las escasas posiblidades que tenemos de superar y traspasar nuestro entorno, el famoso dicho de que es la vida la que nos enseña, pierde bastante trascendencia. Las experiencias vividas de una persona de la calle, normal y corriente, son limitadas. Y al disponer de solamente una vida, el saber per ser, por lo vivido, se queda raquítico.


Pero quien ha leído, ha comprendido a través de otros, nuevos y diferentes entornos de vidas descubiertas, que descritas o explicadas, nos ayudan a rebajar la merma que se deriva de la rutina del nuestro propio.

Y esto es así en muchos lugares de la tierra, donde personas inteligentísimas, a base de restringirse a su entorno, no son capaces cuando salen de él, e incluso en el mismo, de resolver y ni siquiera de comprender problemáticas que suceden en otros.


Gracias a quien se atrevió a cruzar la puerta y asumió el riesgo de cambiar de dimensión, nos puede devolver la otra cara del espejo y convertirla en algo real: una canción, un libro, una experiencia mística, una ideología, una fórmula, una idea, un cuadro, un poema, un secreto...

Así pues, tenemos el deber de cambiar al igual que la realidad lo hace. Y de favorecerlo. Porque el miedo a caer hacia el abismo, siempre fue superado.

Existen poderosos inconvenientes a que - los receptores de los regalos- nos acostumbremos.

Solamente cuando el plomo resulta excesivamente evidente, se nos regala la imaginación.
Las burbujas no desaparecen y se transforman en globos. La pintura toma forma y se nos deja ver lo que no se dijo. El poema es cantado. El secreto no se silencia. La ideología genera escuela. La idea salva a mil familias del paro. La fórmula genera patente. La experiencia mística se cultiva. El libro se publica.

Se nos cuenta a menudo el cuento del rico y del pobre, para que nos lastimemos.
Ningún rico es capaz de superar su entorno gracias a su dinero. Podrá variar de lugares, de personas, de alimentos y de costumbres. Pero reproducirá lo que es en cada uno de ellos. Por lo tanto, el dinero no es capaz de superar la depresión, el plomo ardiente y la fatiga, la insatisfacción que genera el duelo contra la vida, la regresión.


Y aunque consuelo de pobres, un libro es siempre compañía. Algunos autores son hermanos míos, y padres. Otros son amigos o maestros. Otros, nada al principio, porque son más tímidos.
Casi todos me enseñan lo que no aprecio o se me olvida. Todos me obligan al esfuerzo de superar mi entorno, mis costumbres, mis defectos.


Cuando ese libro forma parte de la realidad colectiva es un triunfo. Es una batalla ganada a la maldad y a la codicia. A la muerte. Ha ganado. Ha vencido. La sonrisa precede a la alegría Natural, que quienes nos persiguen y atormentan, no pueden borrar.



Dedico esto a todos los autores en general, pero especialmente a quienes han sido perseguidos.
Por ser de actualidad a tres mujeres: A G. Fuertes por conseguir el azul y el color en mi infancia. A Ana María Matute, con el anhelo de que consiga el premio Nobel, y A Almudena Grandes por su valor al encararse al mal que oprime su libertad ganada, con la que nos engalana.

Y a una mirada: la de María San Gil.

En cierta ocasión, al salir de una óptica, me indicaron que era ella. Iba caminando y se paró junto a una tienda de flores.

Celebrar el poder ver una flor, es síntoma de salud perpetua y ganada.

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