
Por mucho que cambien los tiempos, y aunque se les deja expresar su opinión antes de que orinen las gallinas, el niño sigue siendo pequeño.
Es pequeño por naturaleza, pero en proporción su cerebro está más equilibrado. No solamente en masa, también en condiciones. Su ser es más orgánico y más flexible, más capaz, más blando. Más rápido, más puro.
Todavía no ha tenido tiempo de deformar la realidad ni de inhabilitarla. No ha llegado a la estupidez ni a la necedad. No niega ni esconde. No sabe mentir, se confunde.
Poco a poco, cual vacuna dolorosa y anquilosante, va aprendiendo en un continuo desarrollo de ensayo y error, a endurecer sus facultades y a mermarlas.
Ha tomado el último papel que, pese a ser celebrado, no deja de acomplejarlo frente a un dominio intangible y sonoro, cual eco de sirena en un mar brumoso y deshabitado que en ocasiones se traduce en una mancha amarilla en las sábanas, en un llanto, en una fiebre, en el sueño del monstruo, en el juguete roto, en la rabieta de las cinco, en el duermevela frente a las siluetas de color que desfilan por el techo, en el juego o en el mantel.
Empequeñecer al niño desde que nacemos hasta que se nos relega del mundo contante.
Desgraciarlo hasta donde los límites permiten. Convertirlo en proyecciones vagas de sueños adoptados. Donarle nuestros deseos. Disciplinar sus inquietudes. Solaparnos en su frescura o en sus dotes. Venderlo como notario de nuestra herencia. Apostar sobre él. Regalarle nuestro mundo. Disfrazar nuestra condición. Mantener la burbuja caliente. Organizar su mundo. Jugar al escondite extralimitando la frontera. Emborracharlo de imágenes. Mostrarle su barco desde la popa, sumergiendo las amarras. Decirle adiós cuando no se va, mientras almidonamos sus alitas.
-¿Qué hay para comer? ¿Qué hay para comer?
A veces nada. A veces todo lo que hay. A veces no es lo que hay. A veces plástico, pero sólo a veces. A veces, tristeza. A veces, no se puede sostener.
-¿Qué he hecho mal?
Pero nadie contesta. Es así o asá. El error está en... abordar, explicar, mantener, consentir, explicar, etc. etc. tec.
-¿Pero qué es lo que he hecho mal?
Pero nadie contesta. Porque un niño habló a otro niño. Y ambos se escucharon. Y no se comprendieron. Y sintieron algo parecido al desconcierto o a la pena. A la esperanza abofeteada y dolida. Al amor gris. A la impotencia. A la celda.
Un niño minúsculo ha llorado. Un niño crecido lo ha descubierto. Un adulto lo esconde. Dos niños sufren en organismos evolutivos que conforman el tiempo.
Empequeñecer al niño para que no nos cruja. Para que no nos ponga en evidencia ni nos ridiculice. Para que no se note. Para que no nos marquen. Para no asustarnos. Para no descubrir los de otros mutilados, enfermos, muertos, podridos o lapidados.
Empequeñecer al niño para poder comportarse como un pequeño. Como un mimado. Como un irresponsable. Como un sádico o como un bestia. Como una puta o como un rey. Como un matasanos o como un mendrugo.
Empequeñecer al niño para poder matar. Para robar o desquiciar. Para falsificar los órganos o mudar el sentimiento.
Empequeñecer al niño para endurecernos, para engañarnos y dejarnos engañar. Para secuestrar al maestro. Para violar al padre. Para aniquilar a la madre. Para negar la evidencia. Para poder comer. Para garantizar la convivencia, el equilibrio de fuerzas, la veleta, la supervivencia.
Eres fuerte, niño y grande. Eres milagro y despilfarro en este mundo. Eres más que Ares y Afrodita. Eres un nuevo mundo en nuestro planeta. Ya no somos lo que eres y pecamos al ignorarlo. No nos dejes caer en la tentación de ignorarte también a ti. Y no nos libres de la culpa, porque somos capaces de liberarnos. Ayúdanos, como siempre, a no librarnos de ti. A no compadecerte. A no abandonarte. A no cancelarte. A no despistarte.
A respetarte y a quererte, porque estás dentro de nosotros. Cada día, y cada minuto del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario