miércoles, 15 de octubre de 2008

la raíz


Quizás, el rasgo que más me ha chocado en la vuelta a mis raíces aragonesas, ha sido la incapacidad para diferenciar el bien del mal. Lo propio de lo ajeno. El arraigo del desarraigo.

Nunca había visto a un pueblo tan desarraigado de su identidad. Del árbol fecundo al que pertenece. De la riqueza sepultada sobre la que camina.

Cada día, intento buscar ese atisbo que me pertenece en los ojos de otros, y cada día; encuentro el mismo tabique, la misma tapia; el mismo ajuar; la misma venda y la mayor desproporción.

Sólo bajo la tumba he visto y solamente bajo la tumba es donde no quiero ver. La tortura de la impotencia obligada, inabarcable, se consolida sin que pueda tocar ni sentir. Cada día. Y cada minuto del día.

Y cuando trato de mostrar lo que soy y lo que tengo y debo de patentar puesto que es lo mejor que he heredado, percibo la burla y el chapoteo, la ganga y el morbo, la algarada tosca y ; me encuentro buceando entre mentiras.

No creí desde fuera y sigo sin aceptar aquí dentro, que una guerra y una dictadura hayan podido acabar con la identidad de un pueblo antiguo. Ya no existen reservados, ni lugares secretos, ni ermitas escondidas; ya no queda nada de fantasía. Y para remediarlo, se imitan de vez en cuando gestas y mercadillos. ¿En qué se diferencian de las de Glasgow? No tengo ni idea. Quizás en que no se exhiben deportes ni afrentas. Se lee el cuento, se escenifica sin variaciones-que eso es lo más doloroso- y se celebran las viandas y el ocio.

Claro que, como la juventud se queda a las afueras, hay que organizar entretenimiento de cemento. Mejor apiñar que reforestar. Y mejor moneda en mano que creatividad en fomento.



Si tuviera que volver a verte, no me atrevería. Porque tan seco ardiente es tu recuerdo, que ni siquiera la losa me aplaca. Ni el horno lunático en el que me sumerjo y a mi vista te sumerjes, consigue avivar una simple chispa que me ayude a comprender o a imaginarte.

Arde París en mi derecho, y enmudece en mi izquierdo. No quiero encontrarte entre las lágrimas del siguiente paso ni revivir el calvario. Salir sería injusto y abandonarte me extremaría de por vida. ¿Dónde buscar, por dónde no comienza, por qué tanto si el cielo está tan cerca?

Como un varado etorbo a la muerte, mientras camino ciega ente las mismas sendas corridas.Por muchos peajes aclimatados que multiplicados oscurecen el cuello. Por mucha astucia de barril y timbal que acompañe, no me dejaré matar. Si el voto es sucumbir, yo ya lo he dejado. Y si no rezo, es porque no quiero soñar.

Quiero que sepas, que te echo de menos. Mucho de menos. A ti y a ellos. Pese a lo que me estáis haciendo sudar.

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