martes, 30 de diciembre de 2008

La Carta





Da igual como se prepare y cómo se envíe, pero debe de ser Magna.
Ese es el requisito para que al menos sea validada desde algún punto.
Y es preciso mejorarla o explicarla, porque el calzado ya no es lo que era y el barro está por las nubes.

Si que quiero hacer una buena carta. Y lo que pido para mi familia es la liberación. Porque se la merece. Para mi que no se me caigan los dientes. Que las cutículas enciáticas encuentren alguna sustancia trepadora y sellante que no se parezca al látex. No se, algo más orgánico y que sepa bien (Como decía M. Gafotas: - Uno de esos bollicaos de ahí... La respuesta fue inesperada de tópica: -Arroz blanco. Pero creo que lo mío no es de estómago).

Tiene que existir alguna sustancia destorturizante que permita estirarse y que no sea de bisturí.
El caso es que nunca me he acercado a los Magos, y por eso no me llega.
(Si alguien lo sabe, que lo suelte. Por los siglos).

Pero si que me llegó la del siguiente: la del Príncipe.
Por eso, pido a todas las niñas del mundo, que lo crean. Porque llegan.
Y por eso, pido para Amaia Montero su Príncipe, si todavía no le ha llegado.
Porque ella lo está pidiendo para todas, poniéndole ojos a la luna.

Cuando yo era pequeña, pese a que se perseguía el sueño, llegó una ola de viento plomizo que se fundía con el asfalto. Y era tan real y evidente que, por un momento, me detuve.

Oh! ¡Qué voy a decir a tantas princesitas! ¡Cuántas princesas y qué mal conocer, de pronto, qué es real y qué no lo es! A quién escuchar... La voz interior de los sueños, la voz del hombre sin saber siquiera si es la de las máquinas, si es economía o razón... Confucio o Buda. Belén o Judá. Angel o rey...
Pero finalmente, y como nos cultivábamos sólo niñas de puertas hacia adentro, me até la bata de cuadritos al cuello e hice de príncipe.
Si, tuve mucho éxito porque no había más voluntarias. Pero no terminaban de lanzarse algunas al vuelo y siempre me ha molestado el tema de la joroba. Así que les hice correr.

Y años más tarde, en contra de todos mis pronósticos, supe que habían encontrado en su mayoría el equilibrio.

No hay que dudar de los príncipes azules porque existen. Y aún menos hay que dudar de lanzarse de la mano.
Y aunque hay de todos los tamaños, no me invento nada ni nada nuevo.
Y si no, fijaos en los célebres y en los grandes:
Roger Federer, El Príncipe Felipe, Bill Gates, Barack Obama, Javier Bardem, Agustín Díaz Yanes, Rojas Marcos (bueno, este es Padre), Paul Newman, Paulo Coelho, Saramago (también)... interminable ¿Y cantantes? ¿Y políticos?¿Y padres que lo son de las madres? ¿Y empresarios? ¿Y bomberos?
La lista es interminable, chicas. Y por eso, envío esta carta. No porque sea magna, sino porque sea magma. Y así se vea en vela.
Y sobre todo porque es cierto que se puede volar y que no hay que tener miedo para hacerlo.


Y en esto, por ser magnánima: (Para que no queden cepos).





Queridos Reyes Magos:


Ya sabéis: Tenéis que lucir(l)os/as.
Con todo mi cariño y por los siglos de los siglos

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