jueves, 9 de octubre de 2008

Los renglones torcidos




Hace un año y medio, acudí a un confesionario. Casi me empujaban. En realidad, no sabía muy bien de qué confesarme. Más que nada de violentarme. De gritar insultos por las noches a una banda de ladrones, primos de los asesinos. No se, de... ¿malos pensamientos?
En fin... al final le dije alguna chorrada. Y me quejé. Me quejé de la impunidad y de la barbarie. Y de algo más.
Entonces me dijo que, a veces, Dios escribe con o desde los renglones torcidos. No le entendí bien, o del todo.
Esa frase es el título de un libro. Los renglones torcidos de Dios. Creo.
Como no lo he leído, no sabía por donde tirar. Porque desde mi entendimiento, no me consta que Dios esconda a las víctimas o que contabilice muertos apra dar testimonio de su existencia.

Más bien me parece que es a la inversa. Se llega a un punto contable tan alto que entonces se echa mano de dios para evocar la sobrenaturalidad y el desamparo.
Esto de que todos somos números de una suma interminable, meros sumandos desde el punto de vista matemático, me llega; pero no comprensivamente. No cabe en mi entendimiento. Y a diario, me encuentro en situaciones en las que se me insiste incluso con malos modos, a creerlo o a secundarlo.
Veo cómo gesticulan, como interpretan malamente un papel que no existe en ningún guión. Como si me encontrase de pronto en una escena pareja a mi mundo sin que mediara ni una mínima trasparencia o señal de advertencia o aviso. Y lo peor, es que no puedo atribuírsela a otros que no se encuentran presentes físicamente y ni siquiera en mi mente o en mi recuerdo.

A fuerza de empujar contra el estreñimiento, y haciendo memoria, rebusco en mis recuerdos y resulta que, si, que puede que me avisaran. Pero estoy acostumbrada a oponer resistencia frente al invasor. No a entregarle ni mi mundo, ni mis cosas, ni mis logros.
Allí donde existe el invasor como señor, ciertamente me entrego. No por respeto a la autoridad, sino por respeto a la vida. Pero en mi pais, me resulta fantasmagórico. Increíble. Me produce una especie de risa sorda el pensar que estos tipos pueden sacar sus martillos y las guadañas de sus abuelos y comenzar a atizarme.
La tortura que me aplican es la de las vísperas de la transición. Por eso, no puedo comprender que siendo yo demócrata pase por esto. Porque no me encuentro viviendo en los 60.

Hace tiempo que alcancé la mayoría de edad desde todos los puntos de vista. Y pese a todo, se apoya a estos seres patéticos que no superaron la dictadura ni en las formas ni en el pensamiento. Sus hijos no se ocuparon de tratarse para hacer frente al pequeño que les había maleducado. Y ahí siguen. De hijos. Para no crecer. Y para robar en piña, y poder dejar el hacha en casa.

Así que salvo en dos ocasiones que acudí a confesar que temía por mi vida, no he vuelto a ver a un cura de cerca. Después de tener que enterrar a uno de los nosuyos, no puedo hablar tranquilamente con ellos.

Quizás será por eso que no entendí que los renglones de Dios, también puedan estar torcidos.
Serán los de otro.

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